La Cantimplora verde

Recuerdo cuando me fui por primera vez a hacer el Camino de Santiago en el año 2000, y cuando comparo lo que llevaba en la mochila en aquella ocasión con lo que he ido llevando en sucesivos “grandes pateos” hasta la actualidad (y que iré comentando en sucesivos post), observo que hay algo que ha ido evolucionando con los años y es la necesidad de llevar un sistema de carga y almacenamiento de energía. No voy a listar aquí todo lo que llevo en la espalda kilómetros y kilómetros, sino que me voy a centrar en aquellos sistemas que necesitan energía en forma de batería para funcionar.

Así, el listado de aparatos con necesidades eléctricas que llevaba en ese 2000 podemos era el siguiente:

–          Mi cámara de hacer fotos era una compacta marca Olimpus de carrete (lo que implicaba que con una simple pila y tres carretes de 36 fotos tenías garantizado una buena previsión de fotos para hacer).

–          No llevaba ningún sistema de reproducción de música ni de libro electrónico ni similar.

–           Aunque tenía móvil, no me lo llevé, ya que habían cabinas telefónicas por todas partes.

–          Ni disponía de GPS ni me lo hubiera llevado de disponer de él.

El último “gran pateo” de este verano de 2013 ha sido el Camino de los Cátaros (200 kilómetros en 10 días atravesando los Pirineos desde Francia hasta España. En estos momentos estoy preparando la descripción del mismo en forma de post). Si comparamos los aparatos con batería con las del camino de Santiago del 2000, mis necesidades “energéticas” aumentaron exponencialmente, apareciendo en mi mochila el siguiente listado de “Aparatejos”, con el peso del cargador:

–          Cámara digital de hacer fotos (peso del cargador: 139 g.)

–          Móvil con su cargador (peso del cargador: 32 g.)

–          Libro electrónico. No tablet ya que consume mucho (ni dispongo de ella El libro electrónico me da la posibilidad de distraerme en los desplazamientos y esperas hasta llegar al inicio de la ruta y también me permite llevar la información de la ruta). Además he llegado a estar utilizándolo durante 25  sin necesidad de cargarlo. (peso del cargador: 110 g.)

–          Ipod, con música y podcast para oír mientras ando  (peso del cargador: 75 g.)

–          GPS, un Sportiva +. (peso del cargador: 87 g.)

Esto hace que sólo en cargadores el peso de la mochila suba en 443 g y aumente el volumen de lo que se lleva considerablemente.

En una búsqueda de cómo reducir ese peso, encontré que la forma más sencilla sería la de buscar un cargador común que tuviera una entrada de puerto USB y que se le pudieran cambiar los cabezales según las necesidades del aparato a cargar. Y así, el aparato que encontré y que se puede encontrar en cualquier tienda donde vendan electrodomésticos llevaba el cargador que se conectaba a un puerto USB, un cable puerto USB/conexión genérica, 10 conectares diferentes para otras tantas salidas de carga de aparatos electrónicos y una conexión para el mechero del coche (muy útil, ya que nunca se sabe).

En conclusión, a partir de ahora me llevo a mis pateadas un solo cargador, y los cabezales correspondientes de los aparatos que necesite y todo por 87 gramos. Es decir, un ahorro de peso de 356 gramos.

Nota importante: desconozco el motivo, pero el cargador no funciona con los cables de Mac, por lo que probar antes de salir para evitar problemas.

Bueno, parece que tenemos solucionado un problema, que es como quitar peso y volumen de la mochila, pero tenemos un problema. ¿Qué pasa si no tenemos un enchufe donde cargar los aparatejos? Ese problema y su soluciones lo dejamos para el siguiente post.